Dice un dicho que, "el que imita
está condenado al fracaso".
¿Entonces porque los sigue el pueblo?
Un ideal, un proyecto, un compromiso,
que genera en nuestro interior una luz y una esperanza para lograr un mejor
futuro, no puede ser bandera de personas que solo lo utilizan para lograr un
propósito personal y que no comparten este mismo ideal o proyecto.
Miles de candidatos, sin congruencia,
ni militancia, ni fidelidad, ni escrúpulos, solamente se acomodaron en
cualquier partido, con tal de ser electos, por el interés que muestra el pueblo
en tres personas.
Asi es, tan solo tres personas, de
120 millones que hay en México, estas tres personas tienen el carácter para
tomar el timón de un país que exige un mandatario con fuerza, ecuánime,
inteligente y decidido a representarnos ante el mundo y no solo al interior del
país.
El país,
requiere un rumbo que se ajuste al ritmo mundial, mientras los países
desarrollados avanzan rápidamente, nuestra meta debería ser avanzar si no al
ritmo de ellos, si a un paso que no nos deje lejos para poder competir.
Las ideas
frescas generan confianza en la juventud; las ideas viejas generan nostalgia en
los adultos mayores.
La
diplomacia, la presencia, la prudencia, la inteligencia, la experiencia,
deberían ser características de un representante que nos haga sentir orgullosos
de estar en el plano mundial como un país con deseos de desarrollarse.
Estas
características están presentes todos los días, en los mensajes que envían a su
electorado, José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés López.
Entonces
porque estos miles de candidatos locales, parásitos, solo van caminando por las
calles, con un chalequito de López Obrador, como si de manera milagrosa y por
osmosis, se les fuera a contagiar a ellos convertirse en los salvadores de sus
pueblos, miles de traidores, de chapulines, de oportunistas, que no hacen
campaña a su nombre, sino a nombre de otra persona, candidatos que incluso, son
recriminados por las amigas de su mama, por haberse cambiado de partido, como
el caso de juan Rodolfo en Toluca.
El primer
síntoma de una persona que no será leal al pueblo, es haber sido desleal con su
partido y su filosofía.
El primer
castigo que el pueblo debería darle a esos chapulines, es el desprecio en las
urnas.
Cierto es
también, que la reelección fue una mala idea, porque deja la puerta abierta al
cinismo, la desvergüenza, la locura y el abuso de quienes trabajaron un
trienio, con el único propósito de reelegirse, es decir que desde el primer día
de su mandato, ya estaban pensando y trabajando, para su reelección y no para
el bienestar del pueblo, como el caso de Fernando Zamora en Toluca o el
Aborrecido “Chirus” en Tepotzotlán.
La
congruencia es: pensar, decir y hacer lo mismo, quien divaga con sus
pensamientos, dice una cosa y hace otra, divide, separa, incita a otros, no
puede ser una opción para México.
Los
candidatos locales que son desleales hasta con ellos mismos, que no tienen
identidad propia, que repiten como loros lo que alguien dice o le dicen, que
ambicionan el poder por el poder, que hoy son azules y mañana naranjas, cuando
gobiernen, serán iguales y el pueblo no puede dejar de observar que si nos
quejamos de sus engaños, somos cómplices porque desde ahora, los dejamos
engañarnos.
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